
Hace unas semanas, los alumnos de 1º de bachillerato B, nos dirigimos a La Aldea de San Nicolás en una actividad organizada por la asignatura de Filosofía, para recordar y aprender sobre aquellos oficios que antaño existían y que han desaparecido. El primer museo que visitamos fue La Escuelita. Allí nos recibió un maestro de mayor edad con el fin de explicarnos cómo era la educación hace alrededor de cuarenta años. El espacio era muy reducido y apenas había mesas y sillas donde sentarse. Por esto, una de las condiciones para ir a la escuela era traer su propia butaca desde casa, porque aquellos que no llegaban a sentarse tenían que situarse junto a la mesa del profesor. También, los niños llevaban un bolsito y las niñas una especie de maletín donde llevaban su único libro, La Enciclopedia. Pero una de las cosas que más me llamó la atención fueron los juguetes. Me parecieron fascinantes los materiales con los que se fabricaban: madera, latas de aceites…, y todo lo que se podía hacer con un simple objeto. Esto da pie a reflexionar acerca de lo mucho que poseemos o ansiamos tener cuando en realidad podemos ser felices con muy poco. La segunda estancia fue la más emotiva. Visitamos el lugar donde anteriormente se desempeñaba la labor de empaquetar tomates. Una vez allí, nos encontramos con tres mujeres ancianas que en un pasado trabajaron en ello y nos contaron su historia. La mayor nos confesó que empezó en el oficio a la temprana edad de diez años, y que aun así era muy afortunada porque había niñas que comenzaban más pronto. Lo más duro de la historia fue lo mucho que trabajaban. Entraban a las ocho de la mañana, se marchaban y regresaban varias veces para, finalmente, quedarse hasta las cinco de la madrugada. Además, nos situamos en una época muy machista en la que el hombre obligaba a la mujer a trabajar, y como su jefe no les permitía parar, cantaban para divertirse. Fue todo un privilegio haber escuchado algunas de esas canciones.

Después, visitamos el museo de medicina. Antes de descubrir la medicina tal y como la conocemos actualmente, uno de los oficios relacionados con la medicina eran los esteleros, cuya labor era colocar los huesos cuando alguien se partía alguno. Luego, nos dirigimos a otros tres museos: de carpintería, zapatería y vestimenta. Era increíble contemplar los muebles que se hacían a mano, o incluso, los zapatos, ya que pudimos observar todos los materiales que se empleaban para elaborarlos. A continuación, fuimos al museo de la música, donde conocimos los instrumentos que se tocaban hace varios años. En último lugar, conocimos cómo eran las tiendas-bar de la época, porque antes no había bares y tiendas por separado, sino que se encontraban en el mismo local. Allí, se vendían productos de todo tipo: cuadernos, botellas de vidrio de refresco, zapatos… Una cosa muy curiosa es que antiguamente si no poseías suficiente dinero para comprar, por ejemplo, un bote entero de garbanzos, podías comprar los garbanzos que te dieran con ese dinero, puesto que se empleaba el sistema de a granel. Esto no es posible hoy en día.

Para concluir, esta excursión ha sido un verdadero viaje de sabiduría, lleno de personas muy sabias emocionadas al recordar aquello que era suyo y ofrecerse a compartir su historia con nosotros. Somos muy afortunados, vivimos en una región y una época en la que no tenemos que preocuparnos por levantarnos muy temprano para ir a trabajar o cargar tomates. Tampoco tenemos esa ilusión por aprender ni por apreciar lo que tenemos y, verdaderamente, es una pena.
Aisha Godoy Bolaños 1ºBACH B