Visita al Tablao

  1. El Tablao es la población  galdense que se encuentra a mayor altitud. Concretamente, en el límite con Artenara.

Un antiguo molino cuya energía motriz era el agua que descendía entubada por la pendiente es el mudo recuerdo de la actividad económica que permitía la subsistencia de sus numerosos vecinos durante los siglos pasados.

Testigos también de esta actividad son los incontables bancales ya abandonados que fueron construidos con el esfuerzo de abnegados hombres y mujeres que entregaron su vida a obtener de la tierra su sustento y el de sus descendientes, hoy migrados a la ciudad como consecuencia del menosprecio de las instituciones respecto a los pobladores de nuestros campos y al sector primario que -no lo olvidemos- nos da de comer.

Este panorama encontraron mis alumnos de segundo año de Pmar en una visita que realizamos el 25 de abril,  durante la que aproveché para explicarles los medios de vida de nuestros antepasados y las utilidades de una treintena de plantas que ellos fueron fotografiando y anotando sus particularidades para la posterior presentación de un PPT elaborado individualmente.

Una visita muy recomendable para todo aquel que quiera reencontrarse con un modo de vida que se extingue.

Visita a la sabiduría de antaño

Hace unas semanas, los  alumnos de 1º  de bachillerato B,  nos dirigimos a La Aldea  de San Nicolás en una actividad organizada por la asignatura  de Filosofía, para recordar y aprender sobre aquellos oficios  que antaño existían y que han desaparecido. El primer museo que  visitamos fue La Escuelita. Allí nos recibió un maestro de mayor  edad con el fin de explicarnos cómo era la educación hace alrededor  de cuarenta años. El espacio era muy reducido y apenas había mesas y  sillas donde sentarse. Por esto, una de las condiciones para ir a la escuela  era traer su propia butaca desde casa, porque aquellos que no llegaban a sentarse  tenían que situarse junto a la mesa del profesor. También, los niños llevaban un bolsito  y las niñas una especie de maletín donde llevaban su único libro, La Enciclopedia. Pero una  de las cosas que más me llamó la atención fueron los juguetes. Me parecieron fascinantes los materiales  con los que se fabricaban: madera, latas de aceites…, y todo lo que se podía hacer con un simple objeto.  Esto da pie a reflexionar acerca de lo mucho que poseemos o ansiamos tener cuando en realidad podemos ser  felices con muy poco. La segunda estancia fue la más emotiva. Visitamos el lugar donde anteriormente se desempeñaba la  labor de empaquetar tomates. Una vez allí, nos encontramos con tres mujeres ancianas que en un pasado trabajaron en ello  y nos contaron su historia. La mayor nos confesó que empezó en el oficio a la temprana edad de diez años, y que aun así  era muy afortunada porque había niñas que comenzaban más pronto. Lo más duro de la historia fue lo mucho que trabajaban. Entraban  a las ocho de la mañana, se marchaban y regresaban varias veces para, finalmente, quedarse hasta las cinco de la madrugada. Además,  nos situamos en una época muy machista en la que el hombre obligaba a la mujer a trabajar, y como su jefe no les permitía parar, cantaban  para divertirse. Fue todo un privilegio haber escuchado algunas de esas canciones.

   Después, visitamos el museo de medicina. Antes de descubrir la  medicina tal y como la conocemos actualmente, uno de los oficios relacionados con la medicina eran los esteleros, cuya labor era colocar los huesos  cuando alguien se partía alguno. Luego, nos dirigimos a otros tres museos: de carpintería, zapatería y vestimenta. Era increíble contemplar los muebles  que se hacían a mano, o incluso, los zapatos, ya que pudimos observar todos los materiales que se empleaban para elaborarlos. A continuación, fuimos al museo  de la música, donde conocimos los instrumentos que se tocaban hace varios años. En último lugar, conocimos cómo eran las tiendas-bar de la época, porque antes  no había bares y tiendas por separado, sino que se encontraban en el mismo local. Allí, se vendían productos de todo tipo: cuadernos, botellas de vidrio de refresco,  zapatos… Una cosa muy curiosa es que antiguamente si no poseías suficiente dinero para comprar, por ejemplo, un bote entero de garbanzos, podías comprar los garbanzos que  te dieran con ese dinero, puesto que se empleaba el sistema de a granel. Esto no es posible hoy en día.

  Para  concluir,  esta excursión  ha sido un verdadero  viaje de sabiduría, lleno  de personas muy sabias emocionadas  al recordar aquello que era suyo y  ofrecerse a compartir su historia con  nosotros. Somos muy afortunados, vivimos en  una región y una época en la que no tenemos  que preocuparnos por levantarnos muy temprano para  ir a trabajar o cargar tomates. Tampoco tenemos esa  ilusión por aprender ni por apreciar lo que tenemos  y, verdaderamente, es una pena.

                    Aisha Godoy Bolaños  1ºBACH B